"UNO ES DUEÑO DE LO QUE CALLA Y ESCLAVO DE LO QUE HABLA" (Sigmund Freud)

lunes, 29 de diciembre de 2008


La ansiedad.
La ansiedad es un conjunto de síntomas muy común en la mayoría de las personas; todos en algún momento de nuestras vidas hemos sentido ansiedad en respuesta a numerosos eventos, pero en algunas ocasiones la ansiedad se presenta también sin un desencadenante aparente; la ansiedad tiene un fin determinado, la supervivencia del individuo; cuando nos enfrentamos a un peligro nuestro organismo se prepara para defenderse o para huir, es decir, se prepara para sobrevivir; entre los cambios que se producen para esta supervivencia hay cambios físicos y psicológicos; los físicos incluyen incremento de la frecuencia cardiaca y del flujo sanguíneo hacia los músculos esqueléticos, tensión muscular; piel fría por disminución de la circulación sanguínea a este nivel; incremento de la presión arterial; sensación de mareo, náusea, etc.; entre las sensaciones psicológicas podemos contar la sensación inicial de miedo que nos moviliza para alejarnos del peligro,; la sensación más intensa de pánico y la sensación de muerte inminente, es decir, de que en ese preciso momento podemos morir; todos las sensaciones anteriores sirven, como hemos dicho, para movilizarnos y alejarnos del peligro, para sobrevivir; pero cuando todas estas respuestas ocurren en situaciones que no lo requieren, entonces empezamos a hablar de un trastorno de ansiedad, y los síntomas son todas las sensaciones ya descritas.
Pero cuando ya se trata de un trastorno de ansiedad los síntomas pueden ir en aumento; inicialmente podemos sentir ansiedad de baja intensidad en situaciones determinadas, posteriormente esta ansiedad incrementa en gravedad hasta volverse pánico; y las situaciones se extienden a otras similares, es decir, que si inicialmente nos producía ansiedad caminar solos de noche, después ya nos produce ansiedad el solo hecho de salir a la calle, agravándose los síntomas hasta tener una verdadera crisis de pánico.
La crisis de pánico es la forma más grave de un trastorno de ansiedad; es bastante frecuente y muy incapacitante; sin previo aviso comenzamos a tener miedo, pánico, sensación de muerte inminente, se eleva la frecuencia cardiaca y la presión arterial, sentimos mareos, náuseas, sensación de dolor en el pecho, falta de respiración, sudoración fría, entre otros; al paso de los minutos estas sensaciones van disminuyendo hasta desaparecer por completo, pero nos dejan la sensación de que ocurrirán en cualquier momento, lo que nos incapacita para llevar una vida normal.
Pero los trastornos de ansiedad tienen formas de controlarse; lo más importante es el tratamiento farmacológico administrado por el psiquiatra, además de terapia en algunos casos; no tenemos que vivir con ansiedad; la ansiedad es parte de nuestras vidas, pero cuando se sale de control forma un trastorno que puede incapacitarnos en gran medida, lo importante es buscar la ayuda necesaria.

Dr. Javier Enrique Reza González
Psiquiatra
Cel. 9831361885.

jueves, 4 de diciembre de 2008


LA DEPRESIÓN Y EL SUICIDIO.

Dr. Javier Enrique Reza González, Psiquíatra.

El suicidio constituye hoy en día uno de los problemas de salud pública más importantes a nivel mundial, causando gran problemática en todos los sectores y en todos los grupos poblacionales.
El número de suicidios en todo el mundo en el año dos mil se calcula en un millón, y la Organización mundial de la salud (OMS) estima que en el año 2020 esta cifra se duplicará (1); por otra parte se ha encontrado en diversos estudios a nivel mundial que uno de los grupos con mayor riesgo de suicidio es el de la población joven, es decir adolescentes y adultos jóvenes, siendo el suicidio la segunda causa de muerte en este grupo de edad en diversos países (2).
En México las tasas de suicidio se han incrementado notablemente en los últimos años (3), siendo en el año 2005 de 3.4 (4); pero algo también muy notable es que nuestro país ocupa el primer lugar a nivel mundial del incremento porcentual en los índices de suicidio según grupos de edad y en intervalos de tiempo específicos, correspondiendo 61.9% en 10 años (2).
En el año 2005 Quintana Roo ocupó el primer lugar en tasas de suicidio, junto con Tabasco, con 9.8 por 100000 habitantes (4), triplicando la tasa nacional.
Sabemos que el suicidio es la complicación grave de algunos trastornos mentales como la depresión, el trastorno bipolar, la esquizofrenia, el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, la ansiedad, los trastornos de la conducta alimenticia y los trastornos de la personalidad; pero diversos estudios han demostrado que la depresión es la que se encuentra más constantemente, ya que entre un 60 a 70% de los suicidas presentaban depresión (1), lo que le confiere gran importancia al diagnóstico de esta patología cuando hablamos de prevención del suicidio.
El suicidio ha existido en todos los tiempos y en todas las culturas, lo encontramos en tiempos tan antiguos como el siglo V a.C. cuando Platón nos describe en sus diálogos cómo su maestro Sócrates bebió la cicuta para morir apaciblemente; también encontramos el suicidio en la era cristiana, cuando la biblia nos describe cómo Judas se ahorcó agobiado por los remordimientos; así también el suicidio ha sido abordado desde todas las posturas filosóficas, ideológicas, sociales, médicas y actualmente psiquiátricas; una primera aproximación al suicidio desde la perspectiva social la define Emile Durkheim a finales del siglo XIX cuando decía que era más una cuestión social que moral, contraponiéndose a las ideas religiosas prevalentes que lo consideraban un pecado; actualmente se considera como un fenómeno complejo con factores psicológicos, biológicos y sociales en su génesis; la palabra suicidio proviene de dos vocablos latinos, sui, que significa “uno mismo” y caedere, que significa “matar”; así suicidio es “el acto de matarse uno mismo”; desde una visión más general, suicidio es el acto de matarse en forma voluntaria (1).
Este acto de matarse a sí mismo en forma voluntaria es explicado en la actualidad siguiendo dos grandes esquemas teóricos, el de diátesis-estrés, y el fenómeno como un proceso; en el primer modelo teórico se considera que existe una predisposición para presentar conducta suicida (antecedentes de suicidio en la familia, etc.) que al conjuntarse con factores estresantes (experiencias traumáticas en la infancia, depresión, etc.) incrementa el riesgo de suicidio; el segundo modelo se basa en ciertas características de la personalidad (rasgos, estado) que al interaccionar con el medio ambiente (imitación, disponibilidad de armas, etc.) desencadena el comportamiento suicida (1).
La depresión, como hemos mencionado, se encuentra hasta en un 60-70% de los suicidas, pero también es una de las enfermedades psiquiátricas más subdiagnosticadas.
La clasificación internacional de las enfermedades en su décima edición (CIE-10) define la depresión como un trastorno en el cuál hay un estado de ánimo deprimido, con disminución de la capacidad de disfrutar las cosas que antes disfrutábamos (anhedonia), acompañado de una serie de síntomas cognoscitivos (alteraciones de la concentración, memoria), fisiológicos (alteraciones del sueño, del apetito, de la energía) y somáticos (dolores, síntomas de los aparatos y sistemas); también es necesario que esta constelación sintomática esté presente al menos durante dos semanas, y que interfiera de manera significativa con las actividades familiares, sociales, escolares o laborales (5).
La depresión puede ser confundida a menudo con las respuestas normales a las pérdidas cotidianas, pero lo realmente peligroso es no detectar la propia depresión en sí, y por lo tanto no atenderla de manera apropiada, permitiendo su libre evolución y complicaciones, una de las cuales, y la más catastrófica, es el suicidio.
Pero para llegar hasta el acto suicida primero se estructura en la mente toda una serie de ideas en torno a la muerte, la ideación suicida, para posteriormente, y esto es muy importante, manifestar de maneras directas e indirectas el deseo de suicidarse; estas manifestaciones constituyen una llamada de atención, una solicitud de ayuda, que muchas veces no sabemos entender, y de ahí la importancia de conocerlas, ya que de esta manera podremos prestar esta ayuda y prevenir la conducta final.
Algunas conductas observables y sugerentes de ideas suicidas son: hablar frecuentemente de la muerte, desprenderse de las posesiones, despedirse de los amigos, arreglar los asuntos financieros y legales, tristeza constante, disminución del rendimiento escolar o laboral, aislamiento, frases como “todos estarían mejor sin mí”, “estoy cansado de luchar”, entre otros muchos.
Y algunos de los factores que incrementan el riesgo de suicidio son pertenecer al sexo masculino, ser adolescente o adulto joven, tener antecedentes de suicidio en la familia, consumir alcohol u otras drogas, padecer enfermedades, etc.
Cuando encontramos estas conductas en personas con factores de riesgo, entonces es muy importante ayudarlo a expresar sus ideas en torno al suicidio; muy en contra de lo que comúnmente se cree, el hablar de suicidio con estas personas no incrementará su deseo, ni le daremos la idea si antes no la tenía, pero en cambio le daremos la oportunidad de hablar sobre estas ideas y esto ayudará a disminuir en gran medida su ansiedad; por lo que es muy importante preguntar sin miedo, de manera directa, y escuchando muy pacientemente; hay que recordar que siempre será necesario guiarlo para que reciba la ayuda profesional, pero todos podemos iniciar esa ayuda si lo escuchamos y entendemos, sin juzgar ni ofrecer soluciones, simplemente escuchando; durante esta escucha hay que preguntar siempre qué es lo que lo ha detenido para suicidarse, y afianzar este motivo, permitiéndole tener un elemento de apoyo vital, algo a lo que pueda aferrarse para vivir (6).
Todos podemos contribuir a prevenir el suicidio, hablando sin miedo, pero con bases reales, libres de mitos y prejuicios; debemos enfocar nuestra atención principalmente en los jóvenes, que como hemos visto son uno de los grupos de mayor riesgo.

Bibliografía:
1) Gutiérrez A, Contreras C, Orozco R; Suicidio, conceptos actuales. Revista salud mental, del Instituto Nacional de Psiquiatría, México, 2006; 29 (6): 66-74.
2) Chávez A, Medina M, Macías L; Modelo psicoeducativo para la prevención del suicidio en jóvenes. Revista Salud Mental, del Instituto Nacional de Psiquiatría, México, 2008; 31: 197-203.
3) Jiménez A, González C; 25 años de investigación sobre suicidio en la dirección de investigaciones epidemiológicas y psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, México, 2003; 26 (6): 35-46.
4) COESPO/DIF Quintana Roo; Situación del suicidio en Quintana Roo, Tomo II, 2007; 1-10.
5) Organización Mundial de la Salud. Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE) trastornos mentales y del comportamiento. Criterios diagnósticos de investigación. 10ª ed. Madrid: Meditor; 1993. p. 71-89.
6) Bellak L, Small L. La depresión, el problema especial del suicidio. En Bellak L, Small L; Psicoterapia breve y de emergencia; 2ª ed. México: Editorial Pax; 2008. p. 193-200.