"UNO ES DUEÑO DE LO QUE CALLA Y ESCLAVO DE LO QUE HABLA" (Sigmund Freud)

miércoles, 18 de febrero de 2009


La psicosis, realidad e irrealidad (segunda parte).
Cuando entramos al mundo de la psicosis, la realidad puede ser confundida con la irrealidad, los objetos externos pueden adquirir un significado que antes no tenían, al menos para nosotros, pero que ahora se nos presenta de manera evidente, tan evidente que no podemos dudar de ello, y, lo que es más, a cada momento encontramos pruebas de ese nuevo significado, era tan evidente que hablaban de mí, que dirigían sus miradas de manera lasciva hacia mi cuerpo, que todos guardaron silencio en cuanto entré a la habitación, cómo no haberme dado cuenta antes.
Y es precisamente el sentir que somos el centro de atención de todos, el centro del universo, uno de los primeros cambios que experimenta el psicótico; desde el punto de vista del psicoanálisis, o más sencillamente de la psicología, consideramos que desde el inicio de nuestra vida, desde el momento mismo de la concepción, somos realmente el centro del universo; cuando el óvulo fecundado se implanta en el útero empieza a madurar una nueva vida, en ese momento no se necesita nada, pues todo se provee pasivamente a través de la circulación materna, el óvulo fecundado sigue su curso de desarrollo y se forma la estructura completa del nuevo ser; este ser se encuentra pasivamente flotando en un mar de líquido amniótico, a través de la circulación de la madre se provee de los nutrimentos necesarios, y a través de esta misma vía se deshace de todos los productos de eliminación, nada necesita pedir, todo lo tiene de manera pasiva, nada existe en un mundo externo, todo el mundo está volcado hacia sí mismo, no es conciente de ese mundo externo; al momento del nacimiento ese pequeño ser pasa por su primer gran trauma, es obligado a abandonar ese mundo placentero, pasivo, y de pronto se encuentra en un ambiente diferente, hostil, con muchas sensaciones que antes no existían, displacer; su primer contacto con este mundo hostil se manifiesta por estas sensaciones displacenteras, la sensación de frio, hambre, al fin y al cabo ya no se encuentra en el ambiente cálido y placentero del interior del útero materno; expresa este displacer, llora, y al cabo de unos momentos algo llega para calmar este displacer, la leche materna, esta nos proporciona un alivio, y descubrimos que al llorar mágicamente llegará la leche materna, sin embargo no somos capaces de percibir ese algo como externo a nosotros y aún sentimos que nos encontramos en armonía con el universo, ese algo forma parte de nosotros, seguimos siendo el centro del mundo; pero de pronto el llorar no trae de inmediato el alivio esperado, se incrementa el displacer hasta que al fin el alivio llega, y es precisamente esto lo que nos hace comenzar a percibir que el alivio llega de fuera, de algo externo a nosotros mismos, pero aún no es completamente comprendido, aún se encuentra una simbiosis entre nosotros y ese objeto externo que nos provee y alivia nuestro displacer, y formamos un todo con él; y es en este momento cuando ese objeto externo puede ser nuestro aliado al momento de aliviarnos o nuestro perseguidor al momento de negarnos ese alivio; y a partir de aquí comienza nuestra entrada al mundo externo, ese objeto externo comienza a separarse de nosotros, y comenzamos a interactuar con él y con otros objetos.
Cuando en el momento de la psicosis entramos en el mundo irreal, regresamos precisamente a ese etapa de simbiosis, donde somos el centro del mundo, y donde comenzamos a diferenciar a los otros externos y perseguidores, y es precisamente lo que sucede, nos persiguen, nos acosan, nos vigilan, y nosotros respondemos escondiéndonos y defendiéndonos.
Por eso las primeras sensaciones de la psicosis son esas extrañezas de todo lo que nos rodea, de nosotros mismos y nuestro cuerpo; todo parece irreal, extraño, los objetos, y hasta las personas pierden su significado habitual y adquieren uno nuevo, y nosotros mismos adquirimos un nuevo sentido, un nuevo significado dentro del mundo, entonces somos los elegidos de dios, una reencarnación, personas tan especiales para ser perseguidas y acosadas por otras; todo a cada momento se confirma, la hoja del árbol cae justo porque nosotros pasamos bajo este árbol, y eso es una señal inequívoca que nuestra divinidad o nuestra importancia ante dios, y los cantos de las aves son la forma de comunicarnos con este, de pronto nos vemos hablando arameo y otras lenguas muertas, cómo aprendimos si nunca hemos sido estudiosos de estos temas, y esta también es la prueba para algunas de las personas que nos rodean, nuestra posesión por espíritus está confirmada.
Pero todo es real solamente para nosotros, para los demás nada es cierto, todo es producto de nuestra regresión a esa etapa simbiótica, como el mecanismo de defensa más primitivo, como una última forma de nuestra mente de escapar de la realidad abrumadora, porque es finalmente la realidad abrumadora e insoportable lo que ocasiona que nuestra mente sufra una regresión hasta las etapas más primitivas del desarrollo psicológico, hasta la etapa simbiótica.
Podemos decir que cuanto menos recursos psicológicos poseamos para lidiar con la vida diaria, más posibilidad hay de que podamos psicotizarnos, sin embargo nadie está exento de caer en algún momento en este estado; mientras más regresiva sea este etapa más bizarras serán las conductas, así encontramos desde personas que se sienten perseguidas, hasta personas que gatean, se comen sus heces, etc; y lo que determina el grado de regresión es precisamente el arsenal de mecanismos de defensa psicológicos que la persona ha adquirido a lo largo de su vida; mientras más estimulación, contacto humano, enseñanzas, relaciones, etc, tenga una persona durante su vida, mayor es la gama de estos recursos defensivos y menos probable y regresiva será la psicosis.
Así pues finalmente nos encontramos con que ese estado que llamamos psicosis es, simplemente, una forma de evadirnos de la realidad, de forma involuntaria, pero evasión al fin y al cabo; es una evasión de nuestra mente para escapar de una realidad demasiado dolorosa para ser tolerada, y que en busca de alivio regresa a esa etapa simbiótica, omnipotente, donde nada le hacía falta, y donde todo lo tenía sin ningún esfuerzo.
Dr.Javier Enrique Reza González, Psiquíatra.